La semana de las llaves

Es que definitivamente a nosotras las mujeres nos pasan unas cosas que ni al Pato Lucas pues, y lo peor es que cuando suceden, suceden una detrás de la otra: cuando el carro comienza a fallar se le daña todo, cuando se te enferma alguien le pasa a más de uno, cuando te sobregiras en las cuentas todo el mundo te cobra…hace unos días atrás, por ejemplo, viví “la semana de las llaves”. Les cuento por qué:

Caso 1
Día Miércoles, se me ocurre la brillante idea de dejar a Dimas (mi hombrecito de 12 años), las llaves del apartamento, a mi manera de ver ya el hecho de haber cumplido una docena de años es edad suficiente para que asuma la responsabilidad y tenga uno de los dos únicos juegos de llaves de mi apartamento; pues el niño, novato en esos menesteres, al primer grito de ¡Dimaaaas vamos a jugaaaar! provenientes de una jauría de carricitos en la planta baja, cierra la puerta, para después de dos horas de estar jugando avisarme ¡hay mami, cerré la puerta sin agarrar la llave…es que yo no estoy acostumbrado…tu sabes mamá es la primera vez que yo tengo llave… ¿que decir?…suspira profundo mujer y tranquila que es cuestión de llamar a mi otro retoñito para que a la salida del trabajo se venga inmediatamente para la casa y nos abra la puerta, así de sencillo, pues la niña de mis ojos que en su vida celulítica (léase con celular), jamás y nunca apaga el teléfono, esta vez lo tiene apagado, fuera de cobertura o qué se yo?…total es que en cuatro horas no logro ubicarla, los niños tienen sueño, ya estoy cansada, van a ser las 10 de la noche. Qué me queda? aplicar plan “B”, que en mi caso lo puedo denominar “operación mandarria” y en el que ya soy una experta, pues ya he roto más de una puerta, pero en este caso decido encargar esta misión al conserje, quien, con su arma de reglamento (la mandarria), parte la cerradura (como dice un exagerado que yo conozco) en 70 pedazos, ahora a ver como se instala otra cerradura y caso resuelto.

Caso 2
No han pasado dos días del anterior incidente cuando estoy en mi trabajo dando las últimas vueltas al mecate con que “amarro la perra” de vez en cuando, cuando suena el teléfono, era otra vez la llamada de Dimas para anunciarme, con todos los rodeos del mundo, nada más y nada menos que Diego, mi criatura más pequeña de apenas un añito, está encerrado en el balcón, la señora que lo cuida se descuidó, un fuerte viento cerró la puerta, la llave está pegada por el lado de afuera...

No recuerdo cuando salí de la oficina, ni mucho menos del estacionamiento, me volvió en sí un policía que me pilló hablando por teléfono y a bordo de una moto me indicó que me parara a la derecha, pero si yo sólo estaba monitoreando una emergencia que había en mi casa? Por qué me van a hacer perder el tiempo pidiendo papeles? En ese momento además de infractora me convierto en falta de respeto a la autoridad, mala ciudadana, impertinente, falta de clase, mal educada y qué se yo cuantos calificativos más y pregúntame si me importa? Ahora lo único que soy y quiero ser es una madre que quiere llegar a su casa a rescatar a su hijo y eso nadie lo iba a impedir.

Lo que viene después es otra vez la “operación mandarria”, esta vez a diferencia de la anterior cuando se rompió la cerradura la víctima fue un vidrio, y no hubo necesidad de buscar al conserje, lo hice yo solita, lo que ratifica que me estoy volviendo una experta “rompepuertas” , logrando poner a mi niño a salvo. Debo aclararles que las aberturas de las rejas del balcón son más o menos anchas, no representan un peligro en condiciones normales, pero si el niño llegaba a desesperarse por encontrarse solo….no quiero ni mencionarlo.

Se que a todas nos pasan casos como estos en el cumplimiento de nuestras funciones de madres, esposas, amas de casa y trabajadoras, por eso la semana del 11 al 17-02-08 me debato entre denominarla la semana de las puertas cerradas, de las llaves extraviadas, de las puertas rotas o de la “operación mandarria”.

Aleida Mata